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jueves, 26 de junio de 2014

Papi consígueme salario en la CEGAIP

Por Juan Antonio González

La Comisión Estatal de Garantía de Acceso a la Información Pública (CEGAIP) una vez más ha sido víctima de los mezquinos intereses del poder público. El desprecio que por esa institución tiene el gobernador Fernando Toranzo, se explica con la designación de una amiga de familia como nueva integrante de la Comisión.

El único mérito de Claudia Elizabeth Ávalos Cedillo es ser hija del doctor Roberto Ávalos Carbajal, eterno compañero del también doctor Fernando Toranzo  Fernández en la burocracia del sector salud.

24 horas antes de que el pleno del Congreso del Estado abordara el tema de la elección del nuevo comisionado de transparencia, es decir, el miércoles 25 de junio, en su oficina de palacio de gobierno, el Secretario General, Cándido Ochoa Rojas recibió a un grupo de diputados del Partido Revolucionario Institucional.

Rosa María Huerta y Juan Manuel Segovia se presentaron ante el secretario General para saber si para el caso de las CEGAIP había algún favor, encargo, sugerencia u orden que seguir.

Efectivamente, les respondió sin cortapisas el secretario de gobierno quien sin mayor preámbulo les pidió que Elizabeth Ávalos Cedillo fuera considerada como la propuesta del señor gobernador y de la doctora Ramos. Es decir, que tanto el gobernador como la doctora juzgarían sin temor a equivocarse que la licenciada Ávalos es el mejor perfil, la mejor preparada.

A la sesión del Congreso, la elección “ya llegó planchada” en favor de la hija del doctor que es amigo del gobernador y así sucedió, los diputados de Toranzo con la ayuda de algunos panistas, le dieron los dieciocho votos que necesitaba para ser electa.

Esta forma tan indecorosa, indecente y vergonzosa es lo que se diría de manera purista: la técnica legislativa.

Los diputados de la mayoría compuesta por el PRI y PVEM, apoyados por el PANAL actúan de acuerdo con los hilos que los mueven desde palacio de gobierno. No pueden decir no cuando el gobernador chista, cuando el gobernador ordena, cuando el gobernador levanta la mano y golpea la mesa, cuando el gobernador estira la mano y ante una hoja con un listado de nombres señala con el dedo y ordena, ésta.

La elección del sucesor de Alfonso Serment Gómez era una oportunidad para empezar a limpiar a la CEGAIP de los intereses políticos que desde hace años la tienen secuestrada y maniatada.

Cabía la esperanza de que por primera vez, el ejecutivo en turno no incidiera en la elección, que no metiera las manos y que no nombrara a un preferido o preferida para otorgar el cargo como si fuera cualquier cosa.

Serment ha llevado a la CEGAIP a los sótanos más oscuros de la mediocridad y sus comisionados compañeros han estado de acuerdo en ello. Están formados de la misma savia, de los mismos lodos. Llegaron al cargo a base de amiguismos y compadrazgos políticos. No por su capacidad, por eso, la CEGAIP es la última en el país en la defensa genuina del derecho de acceso a la información pública.

A los comisionados los acompaña quizá la peor de la burocracia potosina y con ello han patentado su mediocridad.

Por eso, se esperaba que el Congreso llevara a cabo una elección ejemplar, democrática, transparente y sobre todo honesta.

Fue más de lo mismo. La clásica reunión de los diputados de mayoría con el representante del gobernador y ya está.

Hacerlo de ese modo es no solo una ofensa para la sociedad que necesita de un órgano garante realmente independiente del poder ejecutivo, sino que también es el colmo del descaro.

No puede presumirse de que San Luis Potosí es un estado democrático cuando el poder legislativo está supeditado a las órdenes del gobernador, pero más aún, el gobernador no puede favorecer a nadie por el simple hecho de ser amigos de la familia.

Lo que viene seguramente para esa Comisión es el mismo  trayecto  frustrante de comisionados comprometidos con políticos y no con los ciudadanos. Llegar al cargo gracias a las relaciones del papá, no es nada digno para las comisionadas Ávalos y Camacho.

Es por eso que prácticamente nadie cree ni confía en la CEGAIP, institución a la que el poder público está empeñado en acabar.

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